"El niño del guignol estaba siempre muy triste. Su padre tenía muchas voces, muchos porrazos, muchos gritos distintos, pero el niño estaba triste, con su joroba a cuestas, porque su padre lo escondía dentro de la lona y le traía juguetes y comida cara, en lugar de ponerle una capa roja con cascabeles encima de la corcova, y sacarlo a la boca del teatrito, con una estaca, para que dijera: "¡Toma Cristobica, toma, toma!", y que todos riesen mucho viéndole."
("Los niños tontos", Ana Mª Matute)
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